lunes, 14 de enero de 2013

Los paraísos artificiales

QUe no nos engañen, todo es artificial. Tu jugo de fruta natural, tu ropa de algodón, tus vacaciones en la playa virgen, todo. Los humanos nos hemos convertido en los últimos digestores del planeta. Lo artificial es lo hecho por el ingenio humano. Cada día nos alejamos más de la naturaleza y la naturaleza, con este alejamiento, se vuelve más agresiva, nos hemos vuelto el patógeno que el sistema inmune del planeta combate; y como todo virus nuestra soberbia nos hace creer que vamos a ganarle al huésped que nos alberga.
Fuimos a la playa. Una isla en medio del Pacífico parecía ser lo más próximo al paraíso en nuestro alcance. Así que fuimos.
El hotel estaba próximo a la playa. No tenía nada de lujoso. La gente que trabajaba ahí parecía amable. Los cuartos pretendían ser ecológicos, recreaban las chozas polinesías que usaban los nativos antes que el progreso los convirtiera, de los seres más felices que han pisado la Tierra, en sirvientes. El dueño del hotel no vivía ahí. No sé porque tuve el impulso de preguntar eso a la recepcionista que nos dio la llave. No, él vive en Sydney, dijo con orgullo, como si hablara de su padre. Tenía unos 22 años, era delgada y hermosa, llevaba puesta una flor en el pelo y un vestido rojo que hacía saltar un no se qué en la superficie calmada de su piel morena. Llevaba puesta también una sonrisa muy blanca. Parece feliz, pensé. ¿Por qué el dueño del hotel no viviía ahí? En el paraíso que él mismo había creado o comprado o heredado. ¿Por qué prefería una gran ciudad?

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